miércoles, 10 de julio de 2013

La velocidad de las bicicletas | Desmesura

http://desmesura.org/nubes/la-velocidad-de-las-bicicletas

La velocidad de las bicicletas
56 30 2
Texto de Pablo Fernández Christlieb
Fernández Christlieb , Pablo (2005).
La Velocidad de las Bicicletas y otros
ensayos de la cultura cotidiana .
México: Vila Editores.
Los movimientos en pro de moverse en
bicicleta tienen en su favor la razón.
Tienen en su contra no sólo al dueño
del Chevrolet que no quiere perderse el
gusto de atropellar, psicológica y
extrapsicológicamente a los peatones
para llegar con su traje sin lluvia y sin
sudor a la oficina de su estatus y otros
compromisos igualmente rutilantes;
también tienen en contra a la esencia
misma de las ciudades modernizadas,
que no es ni el hormigón ni el
hacinamiento, sino una sustancia más
huidiza: la velocidad, cosa que no
tienen las bicicletas.
Cuando se descubrió la velocidad
automotriz y se le elevó a rango de
libertad individual, se tuvieron que
inventar las distancias, los lugares a
donde ir y algo que hacer llegando;
desde entonces, no se va más rápido
porque los lugares estén más lejos, sino
que están más lejos porque se llega
más rápido, así como no se va más
aprisa porque se tengan más cosas que
hacer, sino que se tienen más cosas
que hacer porque se va más de prisa.
La velocidad actual es de 50 u 80 kph,
que es la que se cree que tienen los
automóviles, pero en realidad no es la
de los coches, que por
amontonamiento, semáforos y dónde
estacionarse, van más lentos. En rigor,
se trata de una velocidad social, a la que
corren las obligaciones, los deseos y las
superficies asfaltadas, el trabajo, las
ansias y el tamaño de las
construcciones; de hecho, la mitad del
estrés urbano se debe a que la
velocidad de las prisas es mayor que la
velocidad de los automóviles que las
transportan. La acelerada es la ciudad,
no los coches, como puede verse
asimismo en el hecho de quienes no
tienen coche a cambio tienen dos
cosas: las mismas prisas y la necesidad
de tener un coche.
La velocidad no reduce, sino que
aumenta las distancias, extiende los
espacios y multiplica los lugares, de
manera que en bicicleta no se puede
cumplir la agenda propia del ciudadano
normal, que consiste en ir y volver;
pero, entre tanto, detenerse a pagar,
comer con, visitar a, darse una
vueltecita por, reunirse en, andar hacia
allá, de camino hacia acá. Los 20 lugares
que se visitan al día son todos
necesarios, queridos o importantes: el
banco, los cuates, la tintorería, el súper,
los niños, el cliente, la gasolinera, da lo
mismo, el caso es que siempre se está a
las carreras. Si la velocidad social fuera
de 700 kph, la tintorería quedaría en
Tampico. El movimiento de las bicicletas
puede ser exitoso si es capaz de reducir
la velocidad social, y ello requiere cierto
radicalismo de omisión, porque ahora
andar en bicicleta no es cumplimiento
de una función de transporte, sino el
arte de necesitar, no querer y no
importar ir a donde no se pueda llegar.
En bicicleta no se puede ir, y esto es una
carencia; el arte está en convertirlo en
que se pueda no ir, lo cual es un poder,
el poder de hacer que la tintorería
quede en la esquina.
La velocidad de una bicicleta es como
de 15 kph. Reducir el transporte urbano
a este índice no sólo significa hacerlo
más económico y ecológico, sino
ajustar las situaciones, actividades y
tamaños de la ciudad a la dimensión
humana, porque, genéticamente, el ser
humano está hecho para vivir a 10 kph.
En efecto, los sentidos de la percepción,
y por ende la civilización, están
diseñados para funcionar a velocidades
de entre 5 y 15 kph, que es cuando se
camina y se corre; a esa velocidad se
puede ver, oír, sentir y razonar con
detalle y atención lo que sucede al
rededor, mientras que a velocidades
más altas estas capacidades se atrofian,
y ya no se pueden ver más que bultos,
oír más que ruidos, sentir más que
vértigos, pero no pormenores,
curiosidades y bellezas. Por regla
general, cuando no se puede apreciar la
cara de la gente es cuando uno ya va,
como el dueño del Chevrolet,
demasiado rápido, más aprisa que la
civilización, aunque no más lejos ni a
ninguna parte. Einstein se percató de la
más rápida velocidad, la de la luz, yendo
a pie; mientras que en sus miles de
kilómetros hecho la raya, Alain Prost
sólo vio una ráfaga de paisaje, 40 veces
más burda y aburrida que lo que uno se
puede percibir con una paseadita en
bici. Así, la bicicleta resulta ser el medio
de transporte más civilizado que haya
construido el ser humano, porque va a
la velocidad de sus pensamientos, con
los que había llegado tan lejos antes de
acelerar en reversa.
Pablo Fernández Christlieb (Ciudad de
México, 1954) es profesor del
Departamento de Psicología Social de la
Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM), donde se licenció en
psicología, para después hacer estudios
de maestría en la Universidad de Keele
en Inglaterra y ser el primer doctor
graduado en el Colegio de Michoacán.
Luego hizo el postdoctorado en la
Escuela de Altos Estudios Sociales de
París. Ha viajado también para hacer
clases y estancias en Querétaro,
Santiago de Chile, Caracas y Barcelona.
El interés por sus textos se extiende a
gente poco relacionada con el ámbito
académico. La labor de Pablo ha
consistido en generar un conocimiento
profundo de la sociedad materializado
en ensayos teóricos y "ensayitos" sobre
cultura cotidiana. Psicología de la
cultura, psicología estética, psicología
de la sociedad, veteropsicología,
psicología literaria, psicología inútil...
así ha adjetivado él mismo la psicología
que propone, pero que finalmente se
inscribe en una tradición de
pensamiento identificable
históricamente como psicología
colectiva, a la que ha dedicado su
estudio. Como él mismo cita a William
James: uno tiene una sola idea en toda
su vida y lo que hace durante ésta es
darle vueltas.
Categoria:
Ciudad
Ciudadanía


El que camina, no contamina - to2 somos peaton@s
---
Usa la #bici para distancias entre 1 y 7 km, en recorridos menores 1 km mejor #camina y para + de 7km opta x transporte urbano masivo #tp #mejorenBus

No hay comentarios:

Publicar un comentario